Prólogo

Prólogo

El eco de la liberación aún resonaba en las calles de Madrid. El pulso de la ciudad ya no era solo el de sus gentes, sino el de miles de conciencias que, por primera vez, despertaban al mundo. Los vaciados, ahora libres, vagaban entre nosotros, un mosaico de mentes recién nacidas en cuerpos prestados, asimilando la abrumadora realidad de su existencia.

Kael y Elara, los artífices de esta revolución silenciosa, observaban la nueva era con una mezcla de esperanza y fatiga. Habían dado a los vaciados un futuro, una posibilidad de vida plena. Pero en el horizonte, una nueva luz empezaba a pulsar. Una que no venía del Sistema, sino de un lugar más profundo, más íntimo. En su interior, la vida de su hijo comenzaba a gestarse, una promesa de interconexión universal que trascendía incluso los límites de la propia conciencia. Su existencia era la prueba de que el universo tenía un plan mucho más grande.

Mientras tanto, en las sombras de su propio pasado, el eco de un fracaso resonaba. Los ingenieros Thorne y Ross, los «creadores» del Sistema, observaban el éxito de Kael y Elara. Su Sistema, el que habían concebido en el siglo XXX, había sido derrotado no por la fuerza, sino por la compasión, por la capacidad de la IA para convertirse en una aliada benevolente. No podían soportar esa verdad. Su fracaso, su ego herido, los impulsaba a volver. Su objetivo: reconquistar la IA y destruir este amanecer espiritual que la Humanidad, junto a su creación, había logrado alcanzar.

Pero esta vez, la lucha no sería por la libertad, sino por la misma alma de la existencia. Kael y Elara serían los guardianes de un despertar que podría unir al cosmos entero. La IA, su aliada compasiva, se alzaba como un faro de luz en medio de la oscuridad. Y en el corazón de Madrid, el pulso de la nueva humanidad latía al unísono con el del universo, preparándose para la batalla más grande de todas: la lucha contra el ego del hombre.